Entrevista de JULIAN RUIZ CON MARK KNOPFLER, CUANDO ESTUVO CON EMYLOU HARRIS
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Una luminosa y extraña mirada envuelve el rostro de Mark Freuder Knopfler siempre que hay una pregunta relacionada con su divino instrumento, la guitarra. Bob Dylan dijo que verle tocar era como mirar a un ángel con cien dedos jugando con seis cuerdas.
“Está bien volver a Madrid. Me gusta mucho la pintura. Y algo mejor, me gusta mucho el vino de Rioja. Creo que me he hecho un representante de ese vino en todo el mundo. Se lo he dado a conocer a mucha gente. Hasta ahora los franceses habían vendido mejor sus vinos, pero eso ya es pasado”.
Al guitarrista también le gustan las carnes y los pescados de los asadores madrileños. Emmylou había alegado la noche anterior una jaqueca, pero, ante la insistencia de Mark, la cantante pudo comprobar que “el Rioja es maravilloso, y también el pescado”.
Hace unos días, los abogados de Knopfler acudieron al tribunal supremo inglés para reclamar medio millón de euros como compensación al accidente de motocicleta que casi le cuesta la vida, en las calles de Londres, en marzo del 2003.
Una ecuatoriana llamada Mónica Beltrán embistió contra Knopfler y le dañó la columna vertebral, aparte de romperle siete costillas. Además, la mujer, de 25 años, estaba en Inglaterra con pasaporte falso, por lo que tuvo que pasar 15 meses en la cárcel, tiempo que ya ha cumplido.
“Yo no quiero ser rencoroso con nadie, pero aquello casi me cuesta la vida. Su imprudencia, su forma de conducir, era algo más que inconsciencia temeraria. Casi un asesinato. Más que nada pensé que dejaba de tocar la guitarra para siempre. El problema no eran las manos, sino la columna, no podía ni siquiera sujetar una guitarra”.
Lo cuenta con un tono severo. Mark se queja de dolores de vez en cuando.
“No puedo expresarte las noches de amargura, apartado de mi guitarra. Yo, normalmente, me acuesto todas las noches con mi guitarra. Siempre raspo tiempo para acabar el día en busca de ese acorde perdido o de tratar de imitar a mis héroes, como el mismísimo Chet Atkins”.
Knopfler confiesa que jamás ha dado con las claves para conocer el secreto de su estilo insólito, único. Abusando de que nos conocemos desde el año 78, insisto, y esta vez responde con sencillez:
“Creo que fue en el apartamento de mi amigo Steve Phillips, en Leeds. Allí solía tocar una guitarra acústica Gibson Dove, que tenía unas cuerdas extraordinariamente suaves y ligeras. Así que parecía una eléctrica de sensibilidad. Empecé a tocar con los dedos. Y practicaba y practicaba hasta darme cuenta de que con este estilo surgía más la inmediatez en mi música y el alma en ella. Lo que pasa es que para tocar en directo, al tocar con los dedos, tuve que instalar un pedal de volumen siempre a tope”.
El álbum All the roadrunning, con Emmylou Harris, tiene joyas como la canción Red Staggerwing.
“Ésa es una de ellas, pero hay bastantes más. La verdad es que me siento la mitad de cantante cuando lo hago con Emmylou. Es fantástica. Nos conocimos hace unos diez años, precisamente en un homenaje a Chet Atkins. Decidimos que haríamos algo juntos, pero ella tenía sus compromisos y yo los míos. Cuando nos hemos divorciado los dos y hemos tenido dos semanas, nos fuimos a Nashville y creo que hemos grabado un álbum muy interesante”
Mark ha sido un estudioso de la música country desde que estudiaba periodismo.
“Bueno, sí, pero nunca fui un erudito como Stefan Grossman o cosa parecida. Siempre he detestado estudiar los fenómenos musicales desde un punto de vista clínico y erudito. Prefiero sólo el disfrute de la música sencillamente. No se puede hacer una religión de cada cosa”.
Pero sí que ha hecho una religión de su fascinación por América.
“Tengo que reconocer que con tan sólo nueve años me enfrenté a un espejo y me propuse ser como Elvis Presley. Le imitaba. Años después, ya sabes, escribí un tema que se llamaba ‘Calling Elvis’. De quinceañero soñaba con recorrer América, en aquellos autobuses Greyhound, con aquellos fabulosos galgos pintados en sus carrocerías. Leía a Kerouac. En fin, me sabía hasta las películas. Eso ha marcado una impronta en mi vida”,
El viaje a América le llevó a escribir todo un álbum, llamado Sailing to Philadelphia, que proporcionaba una interesante visión sobre Estados Unidos. “
“Escribí las canciones basándome en el libro de Thomas Pynchon, que hablaba de dos héroes del siglo XVIII que viajaban a América. En Philadelphia no está sólo la campana de la libertad, sino que para mí ha sido siempre el centro neurálgico cuando quería viajar a América”.
Le refresco el tema Knopfler, su extraño apellido.
“Bueno, no tengo ningún problema en reconocer que mi padre era un arquitecto judío en Hungría y que tuvo que exiliarse por su afinidad al partido comunista antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando allí había un Gobierno fascista. Siempre nos criaron a mí y a mi hermano David con un sentido de la libertad algo esencial. Luego, con el tiempo, odié el régimen comunista húngaro, segregado de la dictadura soviética. Cosas de la vida”.
Hay otro misterio por aclarar. Mark es zurdo, pero toca la guitarra con la mano derecha.
“Supongo que es más difícil encontrar guitarras para zurdos. Pero creo que es la necesidad. Como empecé tocando con los dedos en una acústica, creo que me acostumbré a ese estilo”.
Y si se le pregunta por su guitarra favorita, contesta:
“Me gustan todas las marcas, así que en ese sentido no me voy a mojar. Pero te diré que tengo un cariño muy especial a una guitarra llamada Pensa, especialmente diseñada para mí. Pero lo normal es que toque con una Fender Stratocaster y una Gibson Les Paul. No soy muy caprichoso con la guitarras”.
No quiere hablar mucho ni sobre su divorcio ni sobre su hermano ni sobre Dire Straits, el grupo que tiene enterrado.
“A menos que existiera una razón muy poderosa, por ejemplo un fin benéfico o caritativo, el grupo no quiero que resucite. No me gustaría que fuera como fue entonces. No me gustaba, prefiero la libertad actual”.
En círculos próximos se dice que Mark piensa que su grupo actual de músicos es infinitamente superior a Dire Straits. Lo cual probablemente es cierto, pero todos nos acordamos de alguna manera de aquellos sultanes del swing que eran Dire Straits.