Hace precisamente un par de años Prince reveló por qué ya no le interesaba utilizar lenguaje explícito en sus canciones.
Se encomendó a Muhammad Ali, diciendo que el boxeador no tenía la necesidad de ir por ahí maldiciendo a cualquiera. Y eso que Ali era uno de los deportistas más rabiosamente extrovertidos, y locuaces. En ocasiones verdaderamente torrencial.
En los últimos álbumes de Prince se observó esa tendencia a huir de las palabras malsonantes tan habituales, por ejemplo, en el hip hop. Lejos iban quedando “Pussy Control” o “Erotic City”. ¿Se hacía mayor Prince? Sin duda algo de eso había.
Valiéndose de alguna de sus últimas colaboradoras, Prince argumentó su postura:
“Marsha Ambrosius, Lianne La Havas y Janelle Monae son todas mis hermanas. No debemos maldecir ante ellas. Tenemos que tratarlas, a ellas y a todas las personas, como a la realeza. ¿Has oído a Muhammad Ali maldecir alguna vez? ¿Maldecirías delante de sus hijos o de tu madre?”.
Una pena, en apenas dos meses nos dejaron ambos, dos figuras esenciales de la cultura afroamericana.