Eric Clapton: recomendaciones
Hoy ,el dios Eric Clapton cumple 76 años. El vigésimo álbum en su carrera en solitario se llamaba ‘Old sock’ (‘Viejo calcetín’). ¿Es Clapton un viejo calcetín?. Esta es la pequeña historia de uno de los grandes seductores del rock, de las drogas y del sexo.
Bueno, el viejo dios de la guitarra últimamente trata de transmitir su odio a la giras. Cada vez más se revuelve contra Jules Verne y el personaje de Phileas Fogg. Y, sobre todo, se retrató personalmente en el título de ese álbum. Quizá se sienta cansado, tocado sentimental y anímicamente.PERO QUE VA :SIGUE MAS ACTIVO QUE NUNCA .
Ahí están sus homenajes, incluido el de Ginger Baker, el batería de Cream.
Warner Music no quiso renovarle su fantástico contrato discográfico , tras más de 30 años de haber trabajado juntos. Un ejecutivo estúpido y agresivo de su vieja compañía aseguraba que Clapton ya no es rentable económicamente. Cobra demasiado dinero por adelantado por álbumes que no venden, por mucho que los grabe junto a B.B. King, J.J. Cale o Wynton Marsalis.
En cualquier caso, desde que los Beatles crearon Apple, los grandes iconos de la música siempre se han quedado con la propiedad de las cintas originales.
Es decir, que desde que fichó en 1982 con Warner, el sello de Clapton, Duck Records, sólo ha cedido las cintas como préstamo de explotación. El gran ‘manolenta’ se ha llevado en propiedad a su casa joyas de albumes como el ‘Unplugged’, ‘Behind the sun’, ‘From the cradle’ y ‘Pilgrim’, que es para mí es su último gran álbum.
Es posible que también sus tres hijas pequeñas le hayan convertido en un abuelo prematuro. La pequeña, Sofía sólo tiene siez años y necesita a su papá. El gran seductor, ‘daddy cool’, también parece retirado.
Me contaba una vez Phil Collins, uno de sus amigoa, que si estabas en una fiesta y querías ligar a la chica más guapa presente, estabas perdido si Eric se encontraba por ahí.
Clapton era un seductor invencible. Hasta que Mick Jagger le quitó su pieza más codiciada: Carla Bruni. Clapton le contaba a Mick que no se inmiscuyera , que se había enamorado de verdad. Pero la italiana prefirió a Jagger. Desde aquel momento, Clapton ya no fue el mismo mujeriego de siempre. Y no le volvió a hablar lea Mick.
No mucho después de la perdida de la señora Sarkozy , en una fiesta de Versace, Eric también se enamoró de Melia McEnery, una chica casi 40 años más joven. Se casó con ella hace 13años.
Desde el primer momento, Melia quiso darle un hijo, un varón que equilibrara la pérdida de Conor, el niño que se mató desde un rascacielos de Nueva York y que provocó ‘Tears in heaven’, la canción más famosa de Clapton. Pero la pobre Melia no ha tenido suerte. Sólo le ha dado mujeres, tres hijas, que aparecían fotografiadas en el penúltimo álbum de Clapton, de hace tres años.
Es curioso y paradójico que Clapton sólo se haya casado en dos ocasiones. Su primera esposa también le proporcionó otra de sus canciones inmortales, ‘Layla’. Pattie Boyd era hija de un piloto de la RAF. El padre de Eric era un piloto canadiense en la Segunda Guerra Mundial. Pattie, a los 20 años, fue modelo en la película de los Beatles, ‘Qué noche la de aquel día’. George Harrison se enamoró y se casó con ella.
Aunque Pattie, en realidad, se había enamorado de John Lennon. Tuvieron incluso un ‘affaire’ antes de que irrumpiera Yoko. Pattie no era tan tonta como aparentaba. En realidad, fue ella quien le enseñó el mundo del hinduismo a George e incluso le presentó al Maharishi Yogi.
En otra fiesta, en Chelsea, Eric Clapton se enamoró como un loco de ella. Eric compuso ‘Layla’ con Duane Allman, antes de que ella se separara de George. Una canción y un historia de amor inmortal. Su amistad con George nunca acabó hasta la muerte del ‘beatle’.
El infierno fue para Pattie, que tuvo que soportar la vida de un borracho, drogadicto y obseso sexual en los años 70 y en los 80. Todo acabó cuando Clapton se presentó con Conor, el hijo que había tenido con la fotógrafa italiana Lori del Santo.
Su extraña vida familiar siempre ha estado en consonancia con su propio pasado de Clapton. Su historia proporciona otra canción maravillosa llamada ‘My father’s eyes’.
Clapton no supo hasta los nueve años que eran sus abuelos los que habían ejercido de padres, ya que Eric era hijo de Patricia Molly Clapton, que se había quedado embarazada de un soldado canadiense llamado Edward Walter. Un padre que Eric jamás conoció, aunque ha estado buscándolo como un desesperado. De su historia, sólo queda una hermanastra.
Clapton tuvo otra hija secreta. Se llama Ruth y, francamente, canta muy bien, aunque no ha seguido una profesión concreta. Ruth tiene 31 años y su madre era Yvonne Kelly, la asistente de ‘sir’ George Martin, el productor de los Beatles, en los estudios caribeños de Monserrat.
Parte de estas historias, con tonos melodramáticos, están descritas en las memorias del propio Eric. Quizá excesivamente mediatizadas, quizá soberanamente indulgentes consigo mismo.
El antepenúltimo álbum, ‘Old sock’, fue la constatación de que Eric Clapton empieza a sentirse como un viejo calcetín. Es probable que su última composición, ‘Gotta get over’ señale un final más o menos previsto.
Es quizá el postre de este viejo seductor con una asombrosa historia familiar, sexual, social, musical, que jamás a nadie deja indiferente. Vida de recuerdos infernales, desde su caída al infierno de las drogas hasta el paraíso viril de su increíble colección de coches de lujo.
Y su música, claro: a veces eterna, valiosa, excepcional. Desde los Yardbirds, pasando por John Mayall, los Cream, Blind Faith y Derek and the Dominos.
Como todos los seres humanos, Clapton es una persona incoherente. Un multimillonario con más de 200 millones de libras esterlinas, que ahora juega a ser de derechas y protege la caza del zorro. Eric es también un gran cazador, pero de escopeta y caña de pescar. Todos los veranos viaja a Islandia para pescar el salmón.
Propietario de se fabulosas mansiones, en Antigua, donde tiene su propio centro para la rehabilitación de drogadictos, llamado Crossroads, de una casa-monumento al estilo italiano en Hurtwood Edge , de un apartamento en Chelsea y una mansión en Gore, en Kensington, a tres minutos andando del Royal Albert Hall, donde ningún año falla a sus fieles este viejo calcetín.
Naturalmente, uno se encuentra entre ellos.