Hace tres años el aviador de Jefferson Marty Balin partía en vuelo definitivo hacia el más allá. Su compañero, el gran guitarrista, Jorma Kaukonen (que hoy cumple 81 años) recordó su figura y rememoró algunas de las andanzas de los grandes Jefferson Airplane.
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Balin, no sólo fue miembro fundador de Jefferson Airplane sino el aglutinador de la banda, quién lo empezó todo en 1965, creando el aeroplano psicodélico y siendo compositor en solitario o en comandita con otros miembros del grupo de muchos de sus canciones iniciales. Era poseedor de una voz aguda, muy femenina, que empastaba perfectamente con la de Signe Toly Anderson, primero, y más tarde con la de Grace Slick. Poco a poco fue perdiendo peso en el grupo ante el empuje de los Kantner- Casady- Kaukonen. Abandonó el grupo en abril de 1971 tras la muerte prematura de su novia Janis Joplin. A mitad de los setenta volvió a los Jefferson, pero ya como Starship.
Ha sido el guitarrista de Jefferson Airplane, Jorma Kaukonen, quién ha elogiado a su ex compañero de banda en una emotiva declaración hecha en su blog en la que pasa del dolor al optimismo. Se titula “Now, We Are Three”, en referencia a los tres miembros del grupo que siguen vivos, los otros tres de la formación “clásica” fallecieron.
“La muerte de Marty reafirma el poder del amor, el poder de la familia, el poder de las posibilidades”.
“Marty y yo éramos jóvenes unidos en un tiempo que definió nuestras vidas. De no haber sido por él, mi vida habría tomado un camino alternativo que no puedo imaginar. Él y Paul Kantner se juntaron y como mitades de plutonio en un reactor comenzaron una reacción en cadena que aún hoy nos afecta a muchos de nosotros. Fue un momento de poderosa sincronicidad. Yo era parte de eso, seguro, pero no fui un motor principal. Marty siempre buscó las estrellas y nos llevó con él”.
En su pieza el guitarrista describe al cantante como “cauteloso” y “callado”, con un compromiso con sus visiones que nunca decayó.
“Balin siempre fue implacable en la búsqueda de sus objetivos. Envolvió a los que amaba en brazos de un refugio. Él amaba a su familia. Los tiempos van y vienen, pero nunca disminuyó su pasión por su música y su arte. Era el artista más consumado de la manera más renacentista. Siempre sentí que él percibía que cada día era un lienzo en blanco esperando ser llenado”.
Kaukonen termina su escrito con una poderosa meditación sobre la muerte:
“Siempre me quedo aturdido cuando muere uno de mis amigos y, sin embargo, en algún momento todos haremos ese viaje. Es casi como: ‘¿Cómo puede ser esto? Hay cosas que necesito decir’. De hecho, había cosas que necesitaba decir y la culpa de esa falta recae en mí y en mí solo. No creo que ninguno de nosotros realmente piense que viviremos para siempre, pero a menudo ese pensamiento permanece latente en el fondo de nuestras mentes. A mi edad, mi mundo comienza a estar rodeado de muertes. Extrañaré a mis amigos que descansan en las orillas del río del tiempo y me recuerda que aproveche cada momento mientras me arrastra río abajo”.